CINEMATECA: THE WITCH, ALGO SOBRE «EL PECADO ORIGINAL»

La Historia del Pecado Original, puesto así con mayúsculas, es el tema de fondo de THE WITCH: A NEW-ENGLAND FOLKTALE (La Bruja: Una leyenda de Nueva Inglaterra, Robert Eggers, 2015) la película desarrolla los grandes temas éticos y teológicos que arrastramos desde la antigüedad y que no sólo marcaron una época como el medioevo sino que, aún hoy día, siguen teniendo un tremendo eco, uno que nos alcanza en la obscuridad de la sala o en una penumbra más esencial y que no podemos negar, estos ejes temáticos forman, sin duda, un ideario más próximo de lo que podríamos creer, para bien o mal son algo consubstancial a nuestra naturaleza y eso es precisamente lo que hay en la película de Eggers, quizá en esto estriba gran parte de su éxito y de los mares de tinta (electrónica) que ha merecido.

Así las obscuridades, hay que saber que no es hasta finales del siglo IV que san Agustín acuñó el término «pecado original», designaba el estado de culpa de todo hombre por su mero origen, por su mera existencia, esto es, de entrada el ser humano está condenado a una eternidad de castigos, hasta el retorno de Cristo a la Tierra, el ánimo milenarista también trasmina la cinta; pero volviendo a la teología, el propio Agustín en «La Ciudad de Dios» indicaba que aún los bebés, los recién nacidos, irían al Infierno a causa de esta falta. La Muerte y el Infierno figuraban como la única apuesta segura para miles de personas por omisión o por acto; pero entonces cómo salvarse, cómo evitar este cruel y eterno destino, la salvación dependía del cumplimiento de ciertos ritos, de ciertos sacramentos, como el bautismo; del mismo modo de la pertenencia a la comunidad, que instruiría a sus ovejas en el conocimiento de la ley, salvaría a los hombres de la transgresión originaria: “fuera de la Iglesia no hay salvación” rezaban y en la película que nos ocupa queda más que comprobado.

Estos dos ejes son los puntos de partida para THE WITCH, de inicio vemos como una familia de peregrinos es echada de la comunidad, se sugiere una radicalización religiosa, el acusado se vuelve acusador, juez de sus denunciantes, podríamos pensar que el bien opera contra sí mismo ya que pocos pueden seguir un camino recto, la santidad es un terreno demasiado peligroso para cualquier hombre vivo. El sentido de pertenencia exige normalidad, ser normal es actuar como los demás, cualquier variación en una conducta establecida es mal vista, satanizada, condenada, sancionada. Sobre todo si consideramos que se trata de un sistema totalitario que tiene una sola representación del mundo, dictada por un libro fundador, la Biblia; aun cuando se trata del pueblo protestante que está más cercano a la lectura (de las escrituras), los clérigos (de todas las religiones se otorgan) el derecho de interpretar los textos y en esta primacía del sentido no hay quien les dispute un milímetro de terreno, son infalibles en menor o mayor medida, de esta forma la familia de William es echada fuera de la iglesia y, por ende, de la comunidad que supone protección contra las fuerzas conocidas y desconocidas en una tierra “virgen”, declarada y extrañamente amenazadora.

La referencia en este punto es obligada, Lars Von Trier y su Anticristo ya había mostrado de una forma grotesca (dicho como cumplido) que la Naturaleza es el dominio del Mal, el contacto con la naturaleza regresa al ser humano a un estado primigenio, quizá distinto al salvajismo simple, sino a un estado que lo deja más cerca de sus pulsiones, de sus temores, de sus pasiones, y de sus crímenes… de todo aquello que la civilización anula a favor y en contra. La familia de William: su esposa, Katherine, su hija mayor, Thomasin (la hermosa y soberbia Anya Taylor-Joy), su hijo Caleb, los gemelos Mercy y Jonas, y el recién nacido Samuel estarán a merced de estas fuerzas que los acecharán por todos lados; ellos mismos podrían ser amenazas al estar en indefensión, pues más allá de la expulsión del pequeño paraíso (y gran infierno) que supone la comunidad, se nota una desintegración familiar auspiciada por la crisis económica en la que han caído gracias a la debilidad del patriarca, que no es demasiado ducho en las labores de la agricultura o la caza, o la mera recolección; incluso comete actos no probos para el hombre recto que pretende ser, actos que pueden entenderse como una invitación a que el mal entrara en su casa, como les decía ser un santo es un camino demasiado peligroso para un hombre vivo.

La desaparición del bebé, Samuel, mientras Thomasin lo cuida y juega con él nos lanza sobre la certeza de que hay fuerzas, presencias y ausencias que los vigilan desde la fronda magnífica, desde el bosque inmanente que se nota arrogante y peligroso, como una montaña de rocas a donde las vidas de estos seres chocarán irremediablemente. Suponen que Samuel fue robado por un lobo, en todo caso ha muerto. Hay más preocupación por el alma que por el destino final de Samuel, sin embargo la preocupación es fidedigna, muestra el temor profundo al entender que sin el bautismo estará condenado eternamente al Infierno bajo el yugo del Maligno. Lo que se deja ver la película sobre el destino del bebé, es en verdad aterrador, deja la sangre fría y es la puerta de entrada, la carta de presentación de la bruja y, no sólo eso, un motivo que se ancla directamente con los mitos religiosos que estamos revisando.

Durante el siglo XVII (en el que se desarrolla la cinta) se cuidaba al recién nacido de una presencia lasciva, de un demonio femenino, en pocas palabras de una bruja: sobre todo después de la circuncisión se despertaba al niño cada vez que se le veía sonreír, ya que podía ser una manifestación de placer y la predisposición del niño por “jugar” con la bruja o el diablo. En los adolescentes y adultos, la bruja era la seductora que aparecía en sueños y llevaba al dormido al pecado, pero más allá del plano onírico sino con un contacto físico constante y sonante que podía volver locos a los hombres, tal como constatamos. Esta presencia, este demonio femenino, esta bruja no es cualquiera… tiene nombre y linaje, no es otra que Lilith. El mito de Lilith se introduce en la Historia del Pecado Original mediante un texto del siglo II a.C. en el que Lilith fue “la primera Eva”, en el ‘Libro de Ben–Sirah’ se cuenta que la mujer fue creada dos veces, Eva es la segunda mujer, la primera pareja fue Adán y Lilith creados de la misma arcilla y con los mismos derechos, se desata una lucha por la supremacía de la decisión, por el poder de la casa (lo que constata que Adán no tenía experiencia en estas artes o era medio idiota): durante la pugna Lilith invoca el nombre de Dios, rompiendo el primer mandamiento, recibe unas alas y vuela fuera del Paraíso. Lilith entonces se une a Samael, señor de los ángeles caídos, reusándose a volver (a la Comunidad), establece un pacto similar pero contrario al de la Alianza entre Dios y su Pueblo.

De ahí surgen los pactos con el Diablo, mediante los cuales se obtiene a la mujer amada, riquezas, sabiduría, juventud, un talento o cualquier deseo a cambio de almas para el Infierno, el cual debería estar perfectamente firmado como vemos en la cinta. Volviendo al relato de Lilith, después de su contrato con el Diablo, las cosas no se iban a quedar ahí, hasta creen, en esta mitología primigenia Lilith se convertirá en la serpiente que provocará el Pecado Original y lo demás san Agustín lo sabe. Lilith es más que la bruja original que introduce la tradición de la unión sexual con el Maligno es el símbolo del despertar sexual femenino, la reivindicación y la rebeldía de las mujeres. Su transgresión es contra el orden patriarcal y viene de la autoconciencia y del conocimiento, mi punto es que no hay bruja ignorante, ni sumisa, ni casta, de ahí el temor que han inspirado a los hombres y a su sistema durante siglos, justo la película se enclava en un tiempo previo a la persecución de brujas en Salem.

Derivado de lo anterior hay que decir que los opuestos se atraen: Thomasin es una joven, hermosa, alegre, cordial, como me dijo un amigo ‘casi angelical’, siempre al servicio de sus padres, es una hija obediente, casta pero no sumisa, cada vez es más marginada por su familia sobre todo porque ella fue quien perdió a su hermano Samuel, el no–bautizado, la que supuestamente trajo la desgracia sobre esa casa perdida en medio de ningún sitio, la que está creciendo y no es bueno que se quede en casa. Y es que Thomasin soporta sobre sus hombros no sólo el Pecado Original, la culpa por la pérdida y condenación de su hermano, sino cierta inspiración incestuosa de su hermano de todo lo cual es inocente, es presa de un desprecio mordaz por parte de su madre; a pesar de ello sigue conduciéndose honestamente y su sentimiento religioso no proviene de la orilla del temor sino del lado de la verdadera fe, mediante la cual Dios la protegerá. Pero Dios es impredecible en sus designios y a la manera de Job deja a esta mujer sola frente a sucesión de desgracias y estragos que resulta impactante.

Si la película va urdiendo sus trampas en las que queremos caer para comprobar las teorías que hemos forjado, con la pericia de un libreto bien trabajado, el último giro es magistral, un movimiento genial que dota de realidad a lo que creíamos sombras, zumbidos, sospechas o una mera concatenación de sucesos sobrenaturales que poseían su lógica en este universo apartado y delirante, pero darle voz a la obscuridad es demoledor, tira la casa y deja al espectador sin respiración (literalmente), tal vez san Agustín tenía razón… El trabajo de la cámara es excepcional se ubica exactamente en el lugar (y en el tiempo) que debe hacerlo, jugando con el contra–campo, jugando con la profundidad y el nivel de la cámara, el ensamble sonoro también trabaja a favor de la atmósfera a la manera de El Exorcista, va de unos violines estridentes hasta un silencio que anticipa el golpe letal, que aún reverbera. Mención aparte merecen las últimas escenas y uno de los últimos encuadres, el más radiante de tan oscuro, el más vibrante de tan estático, el que se resiste a descender más (como muchos lo hubiéramos querido) pero llega a su marca para mostrar el aquelarre, el éxtasis sexual, la liberación o la condena de este ser angelical que fue llevado hasta ese punto.

El minimalismo de la película es extraordinaria y aprovecha las viejas historias, toda la mitología alrededor para darnos una excepcional película más allá del género en poco más de una hora y media, y logra tal empaque que cualquier comentario “ético” (o moralista) sale sobrando, realmente el director y escritor trabajó en el filo. Quería cerrar la estilo de True Detective y aseverar que incluso si no tocas la obscuridad, la obscuridad puede tocarte, pero más allá de los temas sobrenaturales, del diablo o la brujería, de las distintas tradiciones y mitologías que intervienen, más allá de la lectura de una película como expresión y conjugación de nuestra idiosincrasia moderna y de la mentalidad antigua, más allá de la superchería o de la ficción y tras varios días de estar dándole vueltas, me quedo con una cuestión de fondo, una que no hay que olvidar: el Mal sigue existiendo en el mundo y es menos sobrenatural de lo que queremos creer, que nadie está exento de él, que está allá afuera y quizá ya nos espera… y eso sí da miedo de verdad.

Enrique López T.