DELIRIO (iv)

¡Cómo crujía el metal y la carne, la electrónica subyacente, la sordera arbotante y la esperanza inútil dentro de mí…!

Como si tuviera un hígado seccionado por los grados de insomnio o los boleros románticos; como si tuviera dos riñones exhaustos de tanto aguantar los algoritmos; como si tuviera un sistema sanguíneo irradiando dos piernas y otras extremidades que atacan o huyen… o aman; como si tuviera un corazón dúplex de entretiempo, desgarrado por deseos contrarios y películas tristes que pasan los domingos, ya tarde.

Como si tuviera idea de lo que digo, como si guardara en el fondo de la vesícula tres ideas útiles sobre el uso de la luz que se rompe en el espejo o… incluso, junto al duodeno dos teorías sobre la curvatura del camino y una maquinaria bien aceitada para procesar las noches de luna como un veneno dulce.

Los días de sol los llevo en el alma como un peso innecesario pero que gravitacionalmente se ama, como una cadencia de asombros y un hastío, como una palabra sencilla y honda… o una explosión de lluvia.

La sorpresa es el único lujo que nos queda a los que lo hemos visto todo.

Enrique López T.