BESTIARIO (5): HUMANO


Un ciervo negro sabe que en mitad de la llanura congelada, bajo el sol de invierno y contra el corazón del hombre… está terriblemente solo; por lo tanto, desde muy temprano aprendió a sobrevivir; sabe escuchar, sabe huir, y sabe distinguir el sabor de la maldad en el aire.

“Es curioso, —piensa el ciervo negro— pero la maldad humana huele y sabe dulce… como esas bayas rodeadas por muchas espinas… bayas rojas, o mejor dicho, ennegrecidas por la sangre de los pobres mirlos blancos que se acercan queriendo comerlas. Y eso, creo, lo dice todo de la humanidad… En su descargo,—sigue pensando el ciervo negro— debo decir que, yo soy presa de lo mismo: el dulce sabor de las bayas ennegrecidas por la sangre de los mirlos blancos es una obsesión que atraviesa todo el bosque, toda la llanura, para cazarte desde tu propio pecho, haciéndote una herida que no puedes dejar de abrir y cerrar, como si respiraras por ella, hasta que por fin cedes ante una muerte que no es tuya…”

Y eso… creo, lo dice todo de los ciervos negros.

Enrique López T.