La sensación de desesperanza, inutilidad y perdición que quedó en mí después de ver esta película supera en mucho a la violencia gráfica que Demián Rugna desplegó en pantalla con mucha audacia y cierta arrogancia, tanto como para dejarme impávido lo cual es un mérito, sobre todo considerando que el terror no es uno de “mis” géneros. Lo que he encontrado aquí me agarró fuerte de las solapas y durante alrededor de 95 minutos no me dejó escapar, ni siquiera me dejó cerrar un ojo para ver de soslayo… trabaja desde el horror que es muchos: el personal, familiar, rural, mundial… el apocalíptico. Explota los clichés desde el miedo a los animales como en ‘The Witch’… hasta el miedo a los infantes como en ‘Village of the Damned’ (“a la maldad le gustan los niños y a los niños les gusta la maldad”) pasando por lo inexplicable y lo desafiante. Esa maldad retumba y se va expandiendo como una sombra, como una enfermedad, como una locura alimentada por la debilidad del ser humano, una debilidad en todos los sentidos.
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La debilidad física es la más espectacular, por supuesto: hace crujir los huesos, explota los órganos y literalmente te salpica de sangre y cumple la promesa que en secreto te hace, los efectos visuales equilibran efectos digitales y la practicidad del desafío físico más la ayuda de la cámara entregan una buen obra visual, con algunas escenas para repoblar las pesadillas.Pero la debilidad va más allá, una que enraíza en el alma, minándola día tras día con derrotas personales de todo tipo y escala, vicios públicos, pecados secretos o la mera existencia transcurriendo con desgano en el campo argentino, y como en un cuento de Borges o de Quiroga este medio rural se mezcla de manera discreta y “normal” con esta “cosa sobrenatural” que siempre está presente como la ausencia de Dios, como un gran silencio, como el color de un atardecer, como el peso de la noche al caer, como una sombra, una idea o cierta malicia que arde en los ojos de los más atrasados o en la avaricia de los más acaudalados…
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Pero hay otra debilidad y es la más humillante, la debilidad intelectual… la idiocia de los personajes es insultante, la mejor explicación es que la propia maldad la ocasiona (y te come, literalmente, los sesos), pero todos sabemos que no es así… tan sólo la usa en su favor: la película recalca las reglas para hacer frente a este peligro absoluto, se hacen advertencias claras de lo que no se debe hacer pero se quebrantan una y otra vez junto con cierta prudencia y buen sentido… todo lo cual propicia el nacimiento reencarnado de este Maldad. Ya no me adentraré en las implicaciones de esto, pero al final no te deja escapatoria. Ikram Antaki en un profundo ensayo apuntaba que alrededor del mal tenemos tres ideas: “1) no hay una solución especulativa al problema del mal; […] 2) a pesar del pensamiento, el mal es algo que hay que combatir, y 3) la púnica arma en este combate es la relación humana” pero esta película nos deja sin nada, la relación humana por culpa de la idiocia no permite hacer frente al mal, no puede pararlo o evitarlo, no funciona… sabemos que no hay una justificación para el Mal pero aquí se impone como inevitable, dejando tan sólo un campo lleno de desesperanza…
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Enrique López T.
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