A veces, invento una fecha propicia… me convierto en un vidente y en un hacedor de números áureos; a veces, también engarzo una idea con filamentos de plata y pensamientos salvajes y uno que otro poema hermoso que otros dejaron en sus ventanas.
Otras veces sólo cierro el libro en la última página y dejo que el silencio descienda con todo su peso y el mundo también se hunde. Otras sólo tiro los dados y cierro la puerta.
Alguien cegará mi único ojo, alguien me dará arenas del tiempo futuro ya pasado, alguien me dirá que sumerja mi alma en las corrientes del río cósmico como si yo supiera por donde pasa (o cuál es su nombre secreto).
Alguien me negará nueve veces y falsificará mi memoria con películas con finales tristes y discursos bajo lluvia, alguien me dará un mendrugo y algo de sopa… y una montaña mágica y oro acuñado en plaquetas.
Alguien me ordenará que sacrifique a la ciudad eterna o que salve el fuego del incendio y me suplicará que no deje morir al último cenzontle del alba.
¿Cómo explicarles que la Suerte ya está echada?
Enrique López T.
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