DIFRACCIÓN (7): ALPHAVILLE

Godard creó un futuro terriblemente atemporal con una mezcla rara hecha de un presente eterno en el que la sociedad siempre está al borde de la perfección, la felicidad absoluta y el colapso tanto como la humanidad siempre está a la puerta de la plenitud, la despreocupación y en peligro de ser dominada por el absurdo más serio: una computadora omnisciente, que es el origen o la realización de nuestra inteligencia artificial actual, por eso la sátira funciona y se percibe fresca, vigente, fehaciente por insensata. Godard también puso en esa mezcla rara la quintaesencia del cine negro, con su dosis de pasado decadente y orgulloso, con la actitud sobrada del tipo duro, de hecho el director francés… recargó el cóctel con el carácter y la voz cancerígena de Eddie Constantine, en la gabardina y el sombrero dl famoso Lemmy Caution, un agente–espía–reportero del Figaro-Pravda para el cual nunca hay sorpresas… el último elemento de la mezcla es el mejor: la belleza etérea de Anna Karina (eterna musa y futura exesposa) que es una contradicción viva: combina la femme–fatale y la dama en peligro, así como la humanidad más anhelante (en el significado más completo del término) pero también la muestra del poder del condicionamiento del sistema.

Las cosas más extrañas son normales en Alphaville, la capital de la galaxia: seductoras de tercera clase, calles con nombres de grandes científicos, científicos nombrados como dibujos animados, asesinos en las habitaciones, tecnoburócratas, palabras que desaparecen del diccionario, la prohibición de las emociones, los juicios sumarios por actuar de forma ilógica y las ejecuciones en una piscina con ninfas, interrogatorios conducidos por una HAL demasiado mecánica y poco servicial que, a base de preguntas absurdas presagia el test Voight-Kampff de Blade Runner y perfila las auténticas intenciones de Lemmy que descubrirá su plan maligno para dominar las galaxias… pero eso es lo que menos importa al centro de todo está la importancia de la conexión humana: la tecnología puede apartar a los humanos y hay un peligro real en que se apodere de todos los aspectos de la existencia y vuelva a las persona nulas, marionetas, estúpidas… deshumanizadas. Así que… sólo el amor y la pasión pueden salvar a la humanidad, es decir, a nuestros protagonistas que huyen por carretera (como en el “final feliz de Blade Runner”) y llegan a la siguiente galaxia donde la libertad o una computadora menos deschavetada permiten la benéfica y feliz vida indiferente. Godard era un romántico.

Hoy vivimos la fascinación y el temor secreto hacia la inteligencia artificial que parece cumplirá las promesas, las mejores y las peores, hechas por casi un siglo porque en el fondo supone que cambiará nuestra vida para bien y mal. No nos detendremos por lo que hay que tomar las lecciones que el arte nos ha dado, en especial las de la ciencia ficción: en el caso de Alphaville es el bárbaro venido de tierras y tiempos lejanos, el extraño, el incomprensible… Lemmy Caution quien logra destruir la perfección de la computadora, su poder de control y prospectiva, su lógica prístina… con sus dichos y acciones absurdas con su cinismo, la inconexión kafkiana y algo que permanece puro en los instintos de los cuarentas o en la literatura como manifestación de vida y deseo. Por último, quizá ‘Demolition Man’ el churro ochentero con Sylvester Stallone y Wesley Snipes tenía razón y hay que guardar a un tipo duro de cada épocas, un Wayne, un Bogart, un Eastwood, un Constantine o mejor a sus encarnaciones verídicas, quizá ellos tendrán que pelear el futuro de la Humanidad. Alphaville sigue siendo un referente de varios géneros pero sobre todo del estilo de Godard: complejo, experimental, barroco, evolutivo, metafísico y hasta poético en el que teje una realidad que deja un eco en la mente del espectador.

Enrique López T.