Como por casualidad: encuentro mi cabeza mirando el amanecer mientras recibo cierta revelación no solicitada.
El cielo inmóvil está a punto de ceder ante el peso de miles de jilgueros asfixiados.
En el otro extremo del mundo: ella escribe una carta y resuelve una ecuación cuadrática, imperfecta.
Su cuello es más suave con los ojos cerrados como si flotará sobre un mar de flores marítimas. Es tan ligera cuando sueña…
Las ideas están revueltas y se amotinan. En la radio suena el himno… preferiría que pusieran algo de Elvis para resistir… pero morir es un deber para con la Patria.
Extrañaré el sabor de la paz y la monotonía del sábado en domingo como hace tantas vidas.
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Enrique López T.
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